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Todos conocemos al menos a un niño que creció con un padre sobreprotector, la madre súper estricta que siempre estaba preocupada por lo que podría suceder, controlando y mitigando riesgos grandes y pequeños día tras día. Ser sobreprotector puede considerarse un signo de cuidado y preocupación, pero los hijos de padres sobreprotectores pueden crecer con niveles de miedo, vacilación y evitación desproporcionados o injustificados. Un entorno sobreprotector puede limitar la capacidad de adaptación, enfrentar desafíos de frente y negociar situaciones difíciles. Ciertamente, algunas tendencias sobreprotectoras pueden estar motivadas por las mejores intenciones. En este caso, asumamos que el comportamiento está realmente destinado con las mejores intenciones y no desde un lugar de desconfianza que a menudo se asocia con la sobreprotección (por ejemplo: fulanito no tomará una buena decisión, así que lo haré por él).
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